Movilizarse por Bogotá es un vía crucis. Los trancones interminables, los transbordos entre un medio de transporte y otro, el tiempo de espera y las grandes distancias de los recorridos, van a agravarse con la construcción de la tercera fase de Transmilenio -Calle 26 y Carrera 10-, aunada a la falta de firmeza frente a la sobreoferta del servicio público de transporte.
Según la Cámara de Comercio de Bogotá, el 46% de los 15.600 kilómetros de la malla vial de la ciudad está en mal estado; el 18%, en regular; y el 36% se encuentra en buenas condiciones -la malla vial local, es decir, la de los barrios-, es la que está en peor estado. Esto en contraposición con las vías arteriales que -según el IDU- son las que se encuentran mejor acondicionadas. Estos datos resultan significativos en la medida en que el estado de la malla vial incide, directa y proporcionalmente, en el tiempo promedio de un viaje. Así, en Bogotá el 68% de los ciudadanos se demora entre 35 y 50 minutos; el 37%, entre 50 y 65 minutos; y el 3% -restante-, entre 65 y 80 minutos en sus recorridos diarios. De otro lado, y de igual importancia está el hecho de que mientras en 2005 el índice de motorización era de 82.6 vehículos por cada mil habitantes, en 2007 este índice aumentó a 84.7 vehículos por el mismo número de habitantes; es decir, el número de automotores creció más rápidamente que la población de la ciudad en donde se dio un aumento de 1.87% para el mismo año.
Con respecto al sistema de transporte masivo Transmilenio, cabe señalar que a pesar de que se ha dado un aumento en el número de usuarios -en enero de 2001 el sistema movilizó en total 326.144 pasajeros, mientras que en enero de este año se movilizaron 1.205.689 usuarios-. Las quejas por la mala calidad del servicio, así como los altos índices de inseguridad, han puesto al sistema bajo el ojo del huracán, haciendo que incluso varios grupos de la famosa página de contactos, Facebook, hayan encontrado en el inconformismo de los bogotanos uno de sus temas recurrentes.
Además de grandes decisiones como el Metro, vías de dos niveles y el final de la tolerancia con las trampas en la chatarrización, es indispensable adoptar nuevas medidas públicas, pues -como vamos- para el año 2018, será más rápido desplazarse por las principales vías de Bogotá: “Caminando que en carro”. Es el momento entonces de tomar decisiones e implementar programas en los cuales, por ejemplo, el ciudadano y no el parque vehicular, se convierta en el principal protagonista de la movilidad. Con más pico y placa, peajes en la ciudad para acceder a ciertas zonas y utilización masiva del transporte público. Igualmente, es necesario volver masivamente a los programas de cultura ciudadana, que tuvieron su época de oro con Mockus, con mano firme para garantizar la calidad del transporte masivo y con soluciones de fondo para disminuir el tiempo promedio de recorrido que emplea un ciudadano al desplazarse en el transporte público y la distancia que existe entre los diferentes sectores de la ciudad. Todo esto porque pareciera que las virtudes aprendidas en el pasado se han venido esfumando como la plata de las pirámides actuales.
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